martes, 16 de julio de 2013

Übrim: La Misión (1)

Relato por Mr. D, (Facebook,Patreon)

Ilustración por SoulRag

El trono de Ha brillaba, hermoso, en el centro de aquel cielo azul, era medio día y los floridos campos vibraban suavemente, mecidos por la mansa brisa. En medio de ellos se ubicaba un edificio circular, de roca blanca, rodeado por bellas columnas; una mujer caminaba hacia él, portando una armadura naranja oscuro; parte de sus brazos y piernas quedaban fuera de esta y se podían ver cubiertos por una tela un poco menos negra que la capa encapotada que la cubría. Su indumentaria estaba decorada con figuras redondeadas en relieve, una flor de loto emergía de su pecho y la marcaba, permitiéndole caminar por los prohibidos campos de la orden hacia su edificio central.
Setenta años atrás, el edificio central de los campos vívidos fue construido; el rey Joseko, queriendo honrar la enorme labor que las valientes guerreras de la orden del loto naranja cumplieron durante la guerra, se los obsequió. Hoy, a pesar de su edad, conservaba las mismas paredes y pisos de mármol negro que a tantos habían fascinado y aterrado; muchos creían que estaban allí por lujo, pero ella, que ahora las surcaba, conocía su verdadera función: su material producía un eco tal que hubiera sido imposible detectar de donde pudiera provenir cualquier sonido; y su oscuro material, junto a las sombras agolpadas por las pequeñas ventanas, eran el camuflaje perfecto para las guerreras que protegían una estructura en apariencia vacía.

Solo había un objeto visible entre las columnas: una pequeña fuente circular, iluminada por el agujero de la cúpula central; allí se detuvo e inclinándose con la espalda recta, para que las dos espadas cortas que portaba no le estorbasen, dobló sus rodillas, bajó la cabeza y esperó en silencio, escuchando cómo se difuminaba el eco de sus pasos. Una persona emergió de las sombras, era una mujer vieja, ataviada con una larga túnica negra, apoyándose con ahínco de un bastón de madera.
- Campo de Loto –dijo la mujer con armadura- estoy a su servicio.
- A buena hora llegas. Muéstrame tu rostro.
La guerrera se removió la capucha dejando ver su rostro cerrado, de piel morena y con una nariz ligeramente respingada, cabello negro, largo hasta el cuello, peinado hacia un lado.
- ¿Para qué se me ha llamado, mi señora?
- Llevas poco tiempo descansando hija mía, lo sé, pero me temo que necesitamos de ti otra vez. La Jardín de Loto Caitena te recomendó para esta tarea.
La noticia le sorprendió, en el pasado había tenido desavenencias con la Jardín de Loto Caitena. Quizás la tarea en cuestión podría ser en extremo compleja, de ahí que la hubiese recomendado.
- ¿Cuál tarea, mi señora?
- Esta es… diferente… no es una labor de escolta, será una de rastreo ¿tengo entendido que ya has rastreado antes?
- Sí señora.
- Bien, sin embargo esta será distinta: tendrás que rastrear un metálo.
- … ¿Un metálo? –preguntó sorprendida- ¿No se prohibió hacer tales cosas? ¿Será esta una misión secreta?
- Secreta sí, pero no prohibida. Esta mañana nos la encargó el rey. Una petición de Alkha’Du.
- ¿Alkha’Du? ¿Los metálos quieren que una humana rastree a uno de los suyos?
- Rastree y capture.
- ¿Soy… –preguntó mirando a su alrededor- soy la única asignada a esta tarea?
- No, el gobierno de Alkha’Du ha enviado uno de sus oficiales para asistirla… ya debe estarla esperando en los muelles, él tiene toda la información restante. ¿Alguna objeción?
- No mi señora.
- Entonces parta ahora mismo, le será fácil encontrarlo, usted sabe que a los metálos no les gusta el agua. Que el loto naranja florezca, Flor de Loto Ekia.
- Que florezca, Campo de Loto Maleen.
Los muelles de piedra de Suralnia bullían de actividad, decenas de barcos de todos los tamaños llegaban y salían, navegando por el enorme y cristalino río Murano; el trono de Ha todavía fulguraba en el cielo, resaltando lo diáfano del agua y marcando, con un claro brillo de metálico gris, la posición del oficial de Alkha’Du. Ekia se le acerco rápidamente y notó que era un tanto más alto que ella. Estaba vestido con una túnica azabache que se le ceñía en el pecho y se extendía para cubrir la mitad de su rostro; su cabello, compuesto por delgados alambres negros, parecía ser liso; y su piel, cromada y gris, solo rompía su pulida uniformidad al enmarcar sus oscuros y ovalados ojos. La guerrera quebró su concentración al saludarle:
- Saludos. ¿Es usted un oficial de Alkha’Du?
El metálo se inclinó hacia ella, con una mano en el pecho, a modo de reverencia.
- Saludos. Sí, lo soy. Mi nombre es Zirad, supongo que es usted la persona que enviaron para asistirme en la… búsqueda.
- Así es. Soy Ekia, Flor de Loto de La Orden del Loto Naranja.
- Es un placer. Supongo que no tiene toda la información…
- Sí, me dijeron que usted la tenía.
- Busco a un metálo, hombre, se llama Jeenpor, debo llevarlo a mi ciudad para que sea juzgado por traición; robó textos importantes para nuestra gente.
- ¿Se alió con algún humano para hacer eso?
- No, por lo que sabemos está solo.
- ¿Entonces por qué solicitan nuestra asistencia?
- Verá, Jeenpor solía ser un antropólogo, ha estudiado a los humanos por casi una década y ha aprendido a esconderse y pensar como ellos. Creímos que la asistencia de una guerrera de su orden resultaría invaluable para encontrarlo.
- Buena idea –afirmó halagada- ¿Dónde piensa empezar?
- Un pueblo al norte, Talas, fue visto allí por última vez hace un par de días.
- Bien, hay varios barcos que suben el rio hacia Talas, pero debemos esperar uno grande. No lo veo aquí, así que me imagino que no tardará en llegar. Llegaríamos en la noche allá.
- ¿Por qué ese barco en particular? ¿Qué tienen de malo estos?
- Este tiene camarotes.
El oficial la miró como exigiéndole una explicación.
- Créame, es importante ese detalle. Ya empezó mi asistencia, Zirad.
Un metálo se esconde dentro algunas malezas secas porque sabe que su color es el adecuado para ocultarlo. Un túnica de cuero café claro cubre todo su cuerpo y la mitad de su rostro, su cabello de alambre negro, retorcido y corto, al igual que su cobriza piel metálica, los esconde con algunas hojas muertas; solo deja ver sus redondos ojos ámbar para observar claramente el objetivo de sus investigaciones. Sabe de la conspiración en su contra, está al tanto de que debería estar huyendo en lugar de quedarse allí en Talas, inspeccionando. Tiene problemas, pero no le importa. Está haciendo lo correcto.

Recuerda: El presente trabajo no se encuentra publicado en medio impreso alguno; puedes apoyar a su autor compartiendo esta dirección. De ti depende que estas historias continúen. Gracias. Aquí puedes encontrar más de Mr. D y SoulRag

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