martes, 16 de julio de 2013

Übrim: Talas (2)

Relato por Mr. D, (Facebook,Patreon)

Una noche oscura se cernía sobre la bóveda celeste. Desde la ventana de sus aposentos, Ekia intentaba discernir la forma de la costa del río que cruzaban, tratando de dilucidar cuánto camino faltaba; era poco, de eso estaba segura, pero no quería exagerar en las distancias, después de todo a su compañero no le agradaría demorarse en llegar a la costa; finalmente logró observar una pequeña saliente de tierra en el camino: la señal que buscaba. Se volteó rápidamente y zarandeó una de las barandas del camarote que tenía adelante, el oficial no se inmutó; sorprendida, la guerra se agachó a la altura de su cama y tronó los dedos frente a él, tampoco reaccionó; ella entonces movió su cabeza y notó como un pequeño suspiro emergía del metálo, su pecho se inflaba ligeramente y sus extremidades se tensaban. Zirad le preguntó:
- ¿Me necesita?
- … ¿Estaba… estaba durmiendo?
- Sí, claro. Es un viaje largo.
- No sabía que ustedes dormían.
- Jum. Un error común. Ustedes los humanos nos toman por máquinas y si, parecemos, pero tenemos que descansar; de otro modo la fortuna puede alcanzar temperaturas terribles. Eso puede matarnos incluso.

La guerrera recordó lo que sabía de la fortuna: era una especie de horno que todos los metálos tenían en su pecho, con él procesaban lo que comían, era su fuente de vida. Fortuna de Itrak, era su nombre completo. El oficial la arrancó de su reflexión.
- ¿Ekia? ¿Hay algún motivo por el que me necesite?
- Lo siento. Tenemos que bajarnos del barco ahora…
- ¿Ya llegamos?
- No. Pero no podemos bajarnos en el muelle, Talas es un pueblo pequeño, no habrá muchos metálos y mucho menos guerreras del Loto, despertaríamos sospechas si llegamos así. Si Jeenpor sigue ahí podríamos perder la oportunidad de sorprenderlo.
- Pero…
- Sé que no puede flotar. Por eso los camarotes –le dijo guiñándole un ojo- quiero que rompa uno y lo use como balsa. Sé que puede hacerlo fácilmente.
- Sí…sí… pero….
- Entonces no tenemos tiempo que perder, tenemos que bajarnos ahora.
- Está bien –respondió con resignación- ¿Segura que es suficiente?
El oficial notó, mientras dejaba que el río arrastrase los pedazos de cama que había usado, que su compañera desenvolvía unos objetos -dos cilindros de papel- mientras se acercaba a él ágilmente.
-Zirad –le dijo- esto es lo que vamos a hacer.
- Escucho.
- Solo tenemos esta noche para movernos activamente; mañana será evidente que estamos aquí. Yo entraré al pueblo, iré a la taberna y a otros sitios públicos, no será tan sospechoso si me muevo con cuidado; tú revisa las afueras del poblado… es realmente pequeño, plano y pegado a la costa, así que lo rodearás con facilidad. Busca alguna clase de refugio, algún sitio en el que Jeenpor puede estarse ocultando. Si lo encuentras, usa esto –le entregó uno de los cilindros- y quémalo, subirá rápidamente y estallará con una luz azul, luego espera a que llegue; yo haré lo mismo. Si lo encontramos, tenemos que enfrentarlo juntos.
-Un buen plan. –comentó el metálo realmente sorprendido - Separémonos entonces.
La taberna de Talas era un lugar acogedor, pequeñas mesas de madera se ubicaban alrededor de un mesón en donde un hombre regordete, calvo y sonriente, atendía alegre a quienes entraban. Saludó a la guerrera con efusividad.
-¡Bienvenida! ¿Qué trago desea, señorita?
-Kik-zi Olg. ¿tiene?
-¿Kik-zi Olg? –preguntó extrañado- ¡Claro! Si es lo que quiere…
-Gracias.
El tabernero se inclinó, sacó una delgada y alta botella llena de un líquido azul que brillaba con un tono espectral y sirvió un poco en una pequeña copa. Ekia bebió sin titubeos y afirmó:
-Buen Kik. Buen Kik.
-Gracias. Lo traen de Aleb.
-¿Aleb? ¿queda un poco lejos, no?
-Sí. Bueno, a veces tenemos visitantes interesantes, ¿sabe?
-Cierto, cierto… pero me pregunto… ¿vienen muchos metálos por acá?
-No. –La voz del tabernero se notó un tanto menos amable- No. Para nada. ¿por qué? ¿busca alguno?
-Sí –contestó clavándole la mirada- ¿sabe dónde podría encontrarlo?
-No. Aquí no. Lo mejor es que se vaya. Aquí no encontrará a nadie. –los ojos del tabernero se abrieron de sobremanera- ¿Qué tal otro trago, eh? ¿Un kik doble? –las manos le temblaban- ¡Mire! ¡Tengo otra botella de Kik! ¡¿Qué tal si la bebemos juntos?!
Ekia volteó con disimulo, un metálo de piel cobriza acaba de entrar al lugar e intentaba retirarse con cuidado, sin dejar de mirarla. La guerrera se levantó de golpe y escuchó al tabernero gritar “¡Corre!”; el recién llegado tomó una mesa y se la arrojó a la guerrera, la Loto saltó hacia un lado y dejó que aquel objeto se estrellara contra la barra; volteó hacia la puerta y lo vio salir despavorido. Corrió tras él entonces.

Jeenpor se alejaba rápidamente de la taberna, la guerrera del loto naranja sabía que no podía seguirle el paso así que tomó de su espalda una cadena con dos esferas, la lanzó hacia sus piernas y estas, al enredarse, lo derribaron. Acto seguido, Ekia tomó el cilindro y lo encendió, este voló hacia los cielos y estalló mientras ella desenfundaba sus espadas cortas y corría hacia su enemigo. Intentó clavar sus armas en los hombros del metálo, pero este, tendido y apoyado solo en un brazo, se giró sobre sí mismo de golpe y apuñeteó el pecho de la guerrera, lanzándola por los aires. Ekia cayó de pie, su rival se incorporó y agachándose jaló con esfuerzo la cadena, rompiéndola.
-Deténgase ahora –exigió la mujer- estas fueron forjadas con cristal de Itrak, pueden córtalos a ustedes. Como mantequilla.
-Instrumento de muerte. ¿No le parece que ya resulta inapropiada tal formalidad a estas alturas de la confrontación?
La guerrera corrió hacia su objetivo mientras él solo abrió los brazos esperando su embestida. Ekia se detuvo poco antes de tocarlo, dejando que el metálo lanzara un golpe al aire; ella entonces le apuñaló el ojo izquierdo y luego lo pateó con ambos pies en el pecho, cayendo de espaldas. Jeenpor pretendió compensar el ataque pero le fue imposible, la mujer se paró de manos y abanicó sus piernas contra el rostro de su enemigo, sin cambiar de posición tomó impulso y de nuevo lo impactó con ambos pies, provocando que se estrellara contra el muro de alguna casa del pueblo. Antes de que el traidor pudiera reaccionar, la Loto Naranja se incorporó y le clavó sus espadas en los brazos, fijándolo a la pared.
-Terminó Jeenpor.
-¡Instrumento de Muerte! –gritó el vencido- ¡Arpías de falaz fachada! ¡Su vanagloriado loto solo existe como vulgar recordatorio de la muerte a quienes nacieron para no perecer!
-Claro… terminó Jeenpor.
-Gracias –la sorprendió Zirad- lamento mi retraso.
-Nada de eso, al menos ya llegó.
El oficial se acercó con rapidez y se puso en frente del acusado, quien miraba ofuscado al suelo. Lo saludó:
-Jeenpor.
-Zi…-el metálo levantó la cabeza visiblemente sorprendido- ¿Zirad? ¿De verdad eres tú?
-Esperen –interrumpió Ekia- ¿Se conocen?
-Me temo que sí.
Afirmó Zirad, lanzando un golpe con la palma de su mano al rostro de la guerrera.

Recuerda: El presente trabajo no se encuentra publicado en medio impreso alguno; puedes apoyar a su autor compartiendo esta dirección. De ti depende que estas historias continúen. Gracias. Aquí puedes encontrar más de Mr. D

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