Una pequeña nube de polvo se levantó con el salto hacia atrás de Ekia, ella miraba sorprendida a Zirad, con los brazos flácidamente levantados cubriendo su rostro; frunció el ceño y tensó todos sus músculos, analizando la situación. El métalo le dio la espalda, se acercó a su compañero y le retiró las espadas que le aprisionaban; luego volteó a mirarla lentamente, empuñando las armas.
- No es mi deseo hacerle daño, Ekia.Hubo un corto silencio, la guerrera sintió una enorme ira desbordando su impávida expresión; pensó intentar atacarle, quizás él mentía o tal vez ella era tan buena como para vencerlos. No había logrado, sin embargo, pensar un plan satisfactorio y sabía, muy en el fondo, que Zirad no solo tenía razón, sino que también cometía un error terrible: la dejaría ir. Se dio la vuelta de golpe y corrió, perdiéndose entre las calles de Talas. El oficial de Alkha’Du se dirigió a Jeenpor:
- Eso no es lo que me pareció.
- No tiene caso. Tengo su arma principal; mi compañero, si bien herido, todavía puede combatir y yo, a diferencia de él, soy un oficial entrenado… incluso hice parte del Mouthras… en la guerra.
- Los trituradores…
- Los trituradores de Lotos, para ser exactos -irrumpió Jeenpor- ¿no es así como ustedes mismas les nombraron?
- Mire Ekia -continuó Zirad- ya está vencida… pero usted no es nuestro enemigo, así que la dejaré ir. Espero que su orden entienda y no continúe nuestra búsqueda. Aunque sé que eso no pasará.
- Por supuesto que no.-contestó la guerrera.
- Entonces espero que no nos encuentre. La próxima vez la consideraré mi enemiga.
- Yo ya lo considero el mío.
-¿Cómo te encontró?El tabernero recibió a Jeenpor con una sonrisa en el rostro, exclamó alguna frase de permisiva complicidad que el antropólogo respondió con una expresión amistosa; el hombre se quedó esperando una respuesta similar de parte de Zirad, no la obtuvo. Lo metálos entraron a un pequeño cuarto con una cama de madera y una vieja mesa. El fugitivo levantó el lecho y unas tablas en el suelo debajo de este, de ahí sacó un cofre cuyo candado abrió con una llave que portaba en un bolsillo; una serie de pergaminos emergieron del pequeño depósito. Jeenpor empezó a revisarlos y le preguntó a su compañero:
- Muy bien, a pesar de la perdida de movilidad de mis extremidades; miles de agradecimientos por preguntarlo.
- Pensé que serías cuidadoso -dijo Zirad con un ademán de repulsión- ¿Cómo te encontró?
- Me encontraba ingresando a la tasca de este lugar… allí he estado pernoctando últimamente… ella dialogaba con el bodeguero, notó mi presencia y resultó evidente que estaba inquiriendo por mí.
- ¿Ingresando? ¿Entras a la única cantina de Talas por la puerta principal?
- No, sería necio hacer tal cosa. Esta vez fue un escenario particular el que forzó mi ingreso por tal ubicación.
-¿Qué cosa?
-Me temo que el tiempo se nos torna cada vez más escaso. Dirijámonos a tal tasca para que me sea posible inspeccionar ciertos documentos que quizás confirmen mi discurrimiento.
-¿Qué tanto de lo acontecido a mi persona es de tu conocimiento?Con un enérgico ademán Jeenpor extendió un viejo pergamino y lo apoyó sobre una de las paredes del lugar, tenían trazadas algunas siluetas desdibujadas por los años, Zirad no pudo comprender a que se refería su compañero cuando señaló una línea con su dedo, la recorrió y lo miró esperando una señal de entendimiento.
- No mucho más de lo que me contaste cuando escapaste de Alkha’Du, le habías robado unos documentos a Orgul, me dijiste que era algo grande… y corrupto… me dijiste que él se estaba beneficiando de un proyecto con humanos, que estaba contrabandeando materiales y ciertos datos… y que habías robado unos mapas que al parecer eran la clave, pero tenías que descifrarlos.
- ¿acaso no te proveyeron de la información requerida para mi misión de captura? ¡ciertamente esperaba tener la posibilidad de dar cuenta de aquello que las autoridades sabían sobre esta situación!
- A mí no me dieron la misión. Me enteré que se la asignaron a un agente llamado Volkhan, lo busqué, vencí, encerré y suplanté.
- Tus palabras han cobrado cierta semejanza a las mías… felicidades.
- He tenido tiempo para pensar en lo que hice… espero que lo que sea que tengas, sea grande.
- Y lo es… mucho mayor que lo que suponía en mis primeras conjeturas. ¡aquí está!
- ¿No? ¿Nada?El rostro de Ekia no podía ocultar su evidente asombro. Sentada en uno de los tejados de Talas, esperando el momento justo para recuperar sus armas, fue testigo de cómo, empujada hacia arriba por empujones y jalones, una enorme estructura se levantó entre las dos montañas del valle de Nekri, tan alta que el valle apenas la contenía, tan grande que los macizos apenas y la alcanzaban. Un enorme arco metálico, decorado por un triángulo invertido atravesado por dos líneas verticales y paralelas, se había erguido.
- No.
- No me sorprende en lo más ínfimo. A mí me costó pavoroso esfuerzo poder dilucidar los secretos de este documento.
- ¿y que descubriste? –preguntó el oficial, visiblemente impaciente.
- Al principio juzgué que esta era una proyección de otra locación, concretamente el pueblo de Hastel, mucho más al norte de nuestra posición; pero luego, debido a mis impetuosas averiguaciones, logré deducir que, ciertamente, el mapa demarca esta costa del rio Murano.
- ¿entonces está mal trazado?
- En lo absoluto, pero respecto a nuestra perceptiva, resulta falto de veracidad… y ese es precisamente el componente fundamental de este entresijo: este mapa es antiguo, tantos años ha visto marchitarse que de hecho la costa ha cambiado, algunos poblados han cesado su transcurrir y otros se han metamorfoseado en ciudades… Talas incluso no existe según este mapa.
- ¿Y cómo lo supiste?
- Este valle –dijo Jeenpor señalando unas líneas en el mapa que Zirad no se molestó en interpretar- es el mismo… una estructura natural compuesta por dos macizos ciclópeos y escarpados, de unos cuatrocientos metros de alto, que rodean un dilatado terreno plagado de frondosa vegetación… el mapa lo nombra como el valle de Nikre, los Talenos lo llaman el valle de Nekri… una clara trasgresión idiomática… típica de los humanos.
- …bien… ¿y?
- Y… este valle no solo resulta el componente esencial para desentrañar los secretos de este mapa, sino también los misterios de toda esta contrariedad.
- Escucho.
- Los locales están perturbados por lo que sucede en el valle, pocos se atreven a aventurarse y los que lo han hecho no han conseguido mayor éxito en su tarea… yo, que por otro lado soy tan preparado en las finas artes del engaño, logre llegar más lejos…
- Ajá –comentó incrédulo el agente - ¿y que descubriste?
- Primero, descubrí que lo que sea que le amortizaron a Orgul dista mucho de ser suficiente, esta operación es de tal magnitud que debió tornarse en el metálo más rico de Alkha’Du, lo que no sucedió… segundo, en el valle se ocupa un verdadero ejército, cientos, quizás miles de hombres trabajan día y noche…
- ¿En que trabajan? ¿Para quién?
- Trabajan, por lo que he podido constatar, para el príncipe Merik de Aleb.
- ¿El príncipe de Aleb? ¿Aquí? ¿Qué está haciendo?
- Eso… eso no lo sé con certeza… pero al parecer están… desenterrando algún objeto…
- ¡Y hasta aquí llegó tu… tu… ¿Cómo era? ¡Ah, sí! Tu preparación para el engaño.
- No del todo –aseguró el antropólogo mientras sacaba otro pergamino, mucho más nuevo, de sus ropas- hoy le despojé esto, y por eso venía tan apresurado, a un trabajador del príncipe… lo dejó carente de protección, justo donde pude hurtarlo –extendió el pedazo de papel- es una copia del mapa que poseo… pero con una discrepancia… tiene un símbolo que identifica el valle… un símbolo que no se demarca en mi reproducción… conjeturo que porque Orgul decidió suprimirlo. ¿Lo ves?
- Si –respondió Zirad, contemplando aquel triángulo invertido atravesado por dos líneas verticales y paralelas entre sí- es… es el símbolo Übrim.
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