El brillo de aquel metal pulido reconstruye su figura, él gusta de contemplarla con atención, analiza sus negros ojos, el cabello largo, oscuro, en coleta, la corta barba sin afeitar hace un par de días y su pequeña cicatriz arriba del ojo izquierdo. Afirma su chaleco de cuero azabache, contempla sus miembros superiores, cubiertos únicamente por ligeros protectores del mismo material que cubren sus antebrazos, sus piernas también se resguardan con un pantalón de cuero, que también compone sus botas. Afuera escucha un barullo uniforme que lo distrae, por un momento se pregunta qué puede estar pasando pero luego lo recuerda: están levantando el arco.
Seguramente su hermano mayor los está dirigiendo, es el hombre de confianza y a él se le encargan las más grandes tareas; el grito repetitivo, unísono, que los miles de hombres del príncipe Merik profieren con regularidad, debe ser dirigido por él. Se lo imagina en una plataforma, justo delante de donde el arco se erguirá, allí lo acompaña el mandatario de protegen, sentado, con su dorada y lisa cabellera descolgándose sobre sus hombros, portando una bella armadura azul, redondeada y bordeada por hermosos acabados blancos, coronada por una larga capa clara, esperando que sus hombres terminen el trabajo; también ve a su hermana, Matú, con su rojo cabello descolgado, apenas cubriendo sus mejillas, vestida igual que él y su hermano, delineando así su atractiva figura, portando las dos hachuelas que la identifican; de nuevo se fija en Igano, lo ve gritando y ordenando, se imagina el brillo de su calva cabeza, solo superado por el fulgor de su enorme hacha, que contando la vara en la que se apoyaba resulta más alta que él, tan aterradora como su expresión. El barullo cesó, supo que tenía que salir.
Le sorprendió el poco tiempo que les tomó desmontar las tiendas, tomar los víveres y el equipo, y organizar las filas; quizás el auténtico terror que se produjo entre los hombres al ver las dimensiones del arco erguido los llevó a la celeridad. Acariciada el filo de su hacha, colgada en su espalda, al final de una larga cadena que se apoyaba en su hombro derecho y surcaba todo su tronco; las falanges estaban casi listas, él, junto a sus hermanos y el príncipe, se dirigían en una plataforma móvil tirada por caballos hacia el marco de la estructura que se había levantado, tan cerca como pudieran estar sin cruzarlo; la proximidad le produjo cierta incomodidad. Merik se levantó de su silla y caminó hacia el extremo de la tarima más alejado del arco para dirigirse a su ejército.
- Mis hombres… guerreros de la sagrada corona de Aleb… sus padres y abuelos solo pudieron soñar con una tarea semejante a la que hoy acometemos… estoy seguro que ninguno de ustedes se atrevió a siguiera imaginar que lograrían algo como esto –señalo el arco- este arco… esta übrímica estructura… no ha sido cruzado por mortal alguno en más de un milenio… hoy, señores, hoy lo cruzaremos… hoy… cada uno de ustedes empezará a saborear la gloria de la victoria suprema… andaremos por la senda de nuestros creadores… conquistaremos los territorios olvidados… inmortalizaremos nuestros nombres… obtendremos –hizo una pausa en la que cierta expresión sutil y siniestra trepó su rostro- el poder que se nos ha negado… prepárense señores… pues esta será la más grande experiencia de sus vidas… pero no agradezcan a sus Übrim por esto… pues son ustedes quienes lo han logrado…Se dio la vuelta y caminó hacia el arco, él se fijó por un momento en su hermana, notó que también sentía miedo, luego observó a Igano y lo vio tan sereno que se sosegó. De nuevo siguió al príncipe, é
ste levantó las manos y las posó en el aire, como si tocara algo sólido pero invisible, sonrío al notar aquel truco de bufón, recordó lo jovial que el príncipe solía ser antes de que iniciaran aquella campaña, poco después de la muerte de su padre, verlo bromear de nuevo lo tranquilizó por un momento, quizás por eso sintió nauseas al contemplar lo que siguió: Merik cerró los ojos y presionó el aire suavemente, desde sus manos emergió, en ondas circulares, algo que solo podría describirse como un perfecto espejo que rápidamente cubrió todo el espacio del marco, llenándolo completamente. ¿Cómo? ¿Cuándo obtuvo este poder?
Los hombres, junto a los hermanos Igano, Matú y Faroe, se estremecieron, el príncipe volvió a dirigírseles:
- Que la naturaleza se doblegue, los hombres se arrodillen y los übrim… teman. ¡Avancen!El sonido de la marcha fue ensordecedor, los hombres caminaron rápidamente a pesar de (o tal vez por) su miedo y atravesaron el espejo, velozmente las filas fueron desapareciendo, los carros, caballos y guerreros se esfumaron en el reflejo, finalmente solo quedó el vehículo de Merik y los hermanos, que también cruzó. Una vez atravesaron el arco, el espejo empezó a reducirse rápidamente vaciando el marco, justo cuando estaba a punto de desaparecer, dos metálos emergieron de entre las hojas y cruzaron, una guerrera del loto naranja se les unió poco después, visiblemente ofuscada.
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