viernes, 13 de septiembre de 2013

Übrim: El Señor de la Mentira (12)

Relato por Mr. D, (Facebook,Patreon)

Ekia y Ezzar se bajaron de los caballos que hurtaron en Almat, finalmente habían encontrado el campamento donde los desplazados de Krashik se cobijaban para la noche que se había posado hace ya unas horas. Ella repasaba todo lo que le dijo su acompañante, lo válida que parecía ser la información que tenía y lo diligente que se mostraba para la misión que él mismo le propuso: buscar a Char’Leek y pedirle su espada, la única forma de dañar a Merik. Era cauta de todas formas, sabía que podía ser una trampa, un engaño orquestado por el príncipe para obtener otra pieza de la armadura del guardián, estaba segura sin embargo, que no se permitiría el más mínimo descuido, si llegaba a comportarse de una forma mínimamente sospechosa lo mataría sin dudarlo.

- ¡Que grata sorpresa! –exclamó el guardián cuando los vio entrar a su tienda– ¿Cómo puedo ayudarles?
- Char’Leek, te presento a Ezzar, afirma venir desde lejos a ayudarnos con Merik… necesitamos que nos prestes tu espada.
- ¿Mi espada? ¿Por qué?
- ¿Puedo? –preguntó Ezzar; a lo que Ekia asintió.
- Es la única forma de dañarlo, Merik no es una persona normal ahora, está bajo el control de un übrim, gracias a la información que compartimos con Ekia, ahora estoy seguro que ese übrim es Umath, el übrim de la mentira, hijo de Xiotán.
- ¿Un übrim? –consultó el protector de Krashik– ¿Por qué un übrim poseería a un hombre? ¿No debería ser como Darmak?
- Es curioso, verá… existen cuatro estirpes de übrim: los hijos de Ha, el übrim de la luz; los hijos de Kre, el de los estados; los de Dat, de la creación; y los de Xiotán, el übrim del dolor… hace muchísimo tiempo los hijos de Xiotán despertaron y conspiraron contra los otros übrim y nosotros, los übrimejibü…
- ¿übrimejibü?
- Así es como los übrim llaman a los metálos, humanos y maderos: übrimejibü… al fin al cabo, los übrim vencieron a los hijos de Xiotán y los dividieron, dejando sus cuerpos encerrados en unas bóvedas especiales llamadas imaiüshai y sus cabezas… más bien sus rostros… en regiones apartadas, custodiadas por übrim… creo que Merik encontró el rostro de Umath y este lo poseyó.
- ¿Y por qué Darmak lo ayuda entonces?
- No lo sé, Darmak es de los hijos de Kre, se supondría que serían enemigos, pero no… supongo que le está pagando el hecho que lo haya liberado… y que le está ayudando a liberar a sus hermanos… y primos también.
- ¿Hermanos y primos?
- Darmak fue encerrado por Ta’al hace mil años en la cárcava… no sé por qué, pero mucho antes de eso, casi todos sus hermanos y primos fueron encerrados en imaiüshais… creo que Darmak cruzó el arco de Egú para liberar de una bóveda a Unlem, su hermano, el übrim del resplandor… y en unas horas Umath atacará Ulath’Migo, donde están encerrados Leshú de los lagos y Oimp de los ríos; en otro imaiüshai.
- ¿Son hermanos de Darmak?
- Todos son hijos de Kre, pero técnicamente no; Unlem y Darmak son hijos de Egú, el übrim del fuego, Leshú y Oimp de Vat, el del agua… quienes son directamente hijos de Kre.
- ¿Y dónde están ellos?
- Encerrados también, no sé porque tampoco… se supone que están al fondo de La Espira Azul, sellados.
- …el remolino de la región del agua… cerca de Radas’Gua –se aclaró a si mismo Char’Leek– ¿Cómo es que sabe todo esto? ¿Quién es usted Ezzar?
- Creo que acabo de contarle todo lo que sé, esta información resulta secreta… creo que, por algún motivo, los übrim no desean que la conozcamos… al menos no toda… lo que conozco me lo contó Niker, la übrim de la carne, creadora del género humano, el único übrim que gusta de ayudar a los übrimejibü… trabajo para ella… respecto a quien soy… bueno, es lago largo de explicar…
- Continúe por favor, estoy fascinado…
- Niker descubrió, no hace tanto, quizás unos setecientos años, que dentro de los übrimejibü existían algunos de carácter especial, tenían una habilidad muy marcada… más que los otros; su presencia aumentaba un poco aquella habilidad en quienes fueran de su misma raza y al alcanzar cierta edad, dejaban de envejecer, los llamó… nos llamó, más bien: übrimrimoa.
- Y usted es… ¿Tiene setecientos años?
- No, para nada, noventa no más…
- No parece poco.
- Mi antecesor vivió hasta los doscientos ochenta, luego murió en una accidente, creemos que después de él nació otro como nosotros pero Niker no pudo encontrarlo, quizás incluso nació aquí, en el trono de Kre… luego finalmente me encontró a mí, ya tenía yo unos setenta cuando eso…
- ¿Y cuál es su habilidad?
- Soy el Niker-Glados, el übrimrimoa de la lógica.
- La Niker-Meideen, übrimrimoa de la nobleza…
- ¿Por qué se lo repite tanto Zirad? –preguntó Ka’Tal.
- Me resulta fascinante realmente… además me ayuda a no pensar en lo que viene…
- Ojalá no tarden
La übrimrimoa y el metálo se escondían en una pequeña habitación de la mansión real de Almat, desde allí podían ver la sabana de Ta’al y a las fuerzas de Almat y Aleb que marchaban, formadas e imparables, hacia las de Ulath’Migo, apostatadas cerca de su ciudad. Hace apenas un día la mujer que lo acompañaba lo había encontrado en la ciudad metála y convencido, no sin despertar su cautela, de seguirla hacia Almat; ahora esperaban aprovechar lo que Ekia había logrado averiguar antes de partir con Ezzar: Merik se había quedado en el edificio, dejando que el rey Oglaph e Igano dirigieran el ataque. Ahora solo esperaban a que ellos llegaran, para así matar al noble con la espada del guardián.

En la hirviente sabana, las fuerzas de Almat forman una ligera curvatura cóncava con diez falanges de seiscientos hombres vestidos de ligeras telas y armados con un par de espadas cortas; detrás siguiendo la misma alineación, están los espadachines y piqueros de Merik, todos armados también con un par de espadas cortas para así ser más efectivos contra el ejército metálo, en su retaguardia, abiertos en cada flanco, se ubican las escuadras de caballeros del príncipe, cada animal cargado de un enjambre de puntas metálicas para barrer con el enemigo; los divide una línea de catapultas de ambos ejércitos cargadas con pequeños barriles de aceite en llamas que un capitán da la orden de disparar, cruzan los aires y por su poco peso se esparcen por todo el campo de batalla y crean pequeños focos de fuego, apenas una molestia para los hombres, pero un peligro, por lo que hacen con la temperatura del área, para los guerreros de Ulath’Migo.

Los metálos, casi triplicados en cantidad, se disponen en forma de cuña uniforme para así poder romper las líneas de los humanos y dividir su fuerzas, están armados con un par de martillos que serían demasiados pesados para un hombre en combate, pero apenas cómodos para ellos; detrás, una línea de ballesteros se dispone a aprovechar la ventaja que el uso de las flechas les da, dado que estas armas, a diferencia que con ellos, si resultan útiles para eliminar al enemigo. A los lados de la cuña, dos columnas de metálos forman también, estos solo están armados con una daga alargada, esperando poder flanquear a los guerreros de Almat y Aleb con un rápido movimiento.

Oglaph, sentado en un trono con biombo detrás de todas sus fuerzas, le hace una señal a Igano, este asiente y varios hombres cerca de él empiezan a proclamar el inicio de la batalla. Los hombres cargan al igual que los metálos; las dos columnas rápidas de Ulath’Migo procuran abrirse y chochar contra los lados de curvatura de las fuerzas de sus enemigos pero son interceptadas por la caballería; los ballesteros hacen llover flechas sobre el contrario mientras que las catapultas son movidas hacia adelante y cargadas con pesadas piedras, con la esperanza de romper su línea; humanos son aplastados por martillos, triturados, arrojados; metálos son apuñalados en sus fortunas, decapitados, mutilados. La batalla por Ulath’Migo ha comenzado.

Escuchando el lejano barullo, Jeenpor entra nervioso en la habitación donde Merik lo ha citado. Al entrar ve que tiene el torso desnudo, está dándole la espalda.
- ¿En qué faena puedo serle ventajoso, mi favorecedor?
- Me mintió metálo.
- ¿Por qué se me inculpa de tal improperio? –dijo Jeenpor, aterrado.
- Lo sé, lo he sabido desde que me habló por primera vez.
- ¡Es usted desacertado! ¡De ningún modo le he desatendido!
- No, Jeenpor, usted no entiende –dijo el príncipe dándose la vuelta y dejando ver una negra mascara de rostro completo sin cejas ni cabello, que tenía incrustada en el pecho, con piel infecta creciéndole alrededor– siempre sé cuándo me mienten.
- ¿Pero qué es aquello? –dijo el metálo señalando la macara.
- Es mi rostro Jeenpor –dijo Merik, dejando ver que la máscara imitaba todas sus expresiones– el rostro de un übrim
De golpe, el príncipe saltó hacia adelante y golpeó con su puño el rostro del espía; antes de que este pudiera recuperarse le dio un fuerte rodillazo en el pecho y lo levantó apoyado en su cuello y estómago para arrojarlo contra un librero de la habitación, aquel mueble se despedazó y su contenido se derramó sobre el caído; apenas pudo desenterrase un poco antes de que Merik pisara su pecho y lo obligara a mantenerse en el suelo, el noble entonces se agachó y le retiró la cobertura del rostro a su rival, y con una expresión de vomitiva agonía una negra bruma emergió de la máscara y se adentró en la boca del metálo. El delfín entonces se le quitó de encima y Jeenpor se paró exaltado.
- ¡¿Qué me ha realizado?!
- Una maldición, ahora solo podrá mentir…
- ¡¿Mentir?!
- Y se verá obligado a responder mis preguntas.
- ¡Bendito! –exclamó el metálo y una expresión de terror se le trepó al rostro.
- ¿Cuál es su nombre?
- ¡Zirad! –dijo Jeenpor trastornado.
- ¿Es usted un metálo?
- ¡No! –negó horrorizado.
- Bien, una más –comentó Merik– ¿Solo puede mentir?
Zirad, acompañado por los gritos de Ka’Tal, quien le pedía que no lo hiciera; entró violentamente en la habitación y le gritó al Umath que se detuviera. Ya era tarde sin embargo, Jeenpor estaba paralizado.

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